Cuando en la actualidad, con lanzaderas espaciales tomando tierra como si de reactores comerciales se tratase, se oyen en las ciudades y pueblos del mundo los característicos estruendos producidos por los rotores y aspas de los modernos helicópteros, la gente suele tomar el hecho como una realidad cotidiana; sin embargo, las cosas no siempre rodaron así de fáciles para las "alas giratorias", ya que el despegue y el aterrizaje verticales, a pesar de haber sido estudiados desde el Renacimiento italiano, y por mentes tan despiertas como la de Leonardo Da Vinci, no pasaba de ser una mera utopía, incluso intentos tan serios como los de Breguet-Richet, Paul Cornu, Elen hammer, Oehminchen, Pescara, Petroczi o Von Karman, no lograron, en el mejor de los casos, más que tímidos acercamientos a la espléndida realidad que conocemos hoy. Juan de la Cierva El paso decisivo entre la quimera y la realidad lo dio un murciano de 28 años, ingeniero de caminos e hijo de un ministro; se llama